¿Te has preguntado alguna vez cómo y cuánto influyes en el rendimiento y la capacidad de superación de las personas que te rodean? ¿De tus empleados ? ¿De tus hijos/as? ¿De tu pareja?
¿Te has preguntado alguna vez hasta que punto los mensajes de confianza o desánimo de tus padres, profesores, entrenadores, jefes,…, han afectado a tus resultados en áreas importantes de tu vida?
¿Cuántas veces te has dado por vencido, casi antes de empezar, al escuchar mensajes negativos de tu entorno sobre tu capacidad para lograr algo? ¿Cuántas veces te has desanimado o has obtenido un mal resultado cuando has dejado de creer en ti porque los demás no lo hacían o dejaron de hacerlo?
La confianza y las expectativas de éxito que tienen los demás sobre nosotros influyen en nuestros resultados; en nuestra capacidad para superarnos y lograr nuestros retos o en nuestra capacidad para abandonar y no intentarlo por miedo al fracaso. Se trata de una profecía en toda regla: lo que los demás anticipan que ocurrirá con nuestros resultados ocurrirá sorprendentemente.
Si piensas que tu hijo/a no será capaz de sacar buenas notas, no lo conseguirá. Si piensas que tu alumno tiene un gran potencial, terminará siendo uno de los mejores de la clase. Valerse por sí mismo, ganar una carrera, resolver un problema, tener éxito en algo, etc., tu probabilidad de acertar es altísima. Pero no porque este resultado ya estuviera predeterminado previamente , que va. El hecho de pensar que no lo conseguirá ya está haciendo que no lo consiga. ¿Cómo es posible?
Lo que los demás piensan de nosotros influye en nuestra actuación dotándonos de una energía extra para superarnos y cumplir sus expectativas. Esto es lo que se conoce como «Efecto Pigmalión», y son muchos los experimentos que se han desarrollado para investigarlo.
El experimento más conocido se produjo cuando Robert Rosenthal y Lenore Jacobson (1968) se propusieron estudiar este fenómeno en el campo de la educación. En su estudio, al que llamaron «Pigmalión en el aula», informaron a un grupo de profesores sobre el rendimiento de sus alumnos en un test de capacidades intelectuales. Concretamente se les indicó a qué grupo de alumnos de su clase se le pronosticaba un mejor rendimiento a lo largo del curso, ya que habían obtenido los mejores resultados en este test. ¿ y qué paso 8 meses más tarde? Se comprobó como efectivamente el grupo de alumnos que el test había indicado, obtuvo un rendimiento muy superior al resto de la clase ¿Tendríamos que felicitar al que diseñó un test tan preciso?
Lo sorprendente de este estudio fue que ese test nunca se hizo y que el grupo de estudiantes a los que se les pronosticó un gran resultado fue elegido complemente al azar, sin tener en cuenta sus capacidades. ¿Qué hizo posible el alto rendimiento del grupo de alumnos? Ni más ni menos que las altas expectativas que los profesores tenían sobre ellos (influenciados por los investigadores). Ellos creían que serían los mejores y sus alumnos se superaron para cumplir sus expectativas.
“El Efecto Pigmalión” requiere de tres aspectos:
- Creer firmemente en un hecho.
- Tener la expectativa de que se va a cumplir
- Acompañar con mensajes que animen su consecución.
En nuestro trabajo con familias, especialmente de adolescentes, siempre no gusta hablarles de este fenómeno. De hecho, muchas veces comenzamos la sesión dedicando unos minutos a ver juntos el video que os proponemos en este articulo para trabajar sobre las expectativas y los mensajes que sin darnos cuenta transmitimos a nuestros hijos/as, y lo que es más importante, como con estos mensajes estamos obteniendo justo lo contrario que nos proponemos. Lo primero que tenemos que saber es que para influir de forma positiva en el rendimiento de alguien, incluido mi hijo/a adolescente que «parece que ya pasa de todo», es aprender a volver a creer en que puede conseguirlo y hacérselo saber de forma reiterada cada vez que lo intente aunque su resultado inicial no sea el esperado. Creer que mejorará sus notas, creer que mejorará su comportamiento, su actitud, su rendimiento deportivo, etc. le dará alas para superarse y conseguirlo.
Para terminar nos gustaría proponerte un pequeño ejercicio que te puede ayudar a aplicar lo que ahora conoces del «Efecto Pigmalion» en tu vida diaria:
- Piensa en alguien que sea importante para ti: tu hijo/a, tu pareja, tu empleado, alguien de tu equipo, un alumno, etc.
- ¿Qué expectativas tienes sobre él y su capacidad para superarse? ¿Cuánto te influye el pasado, su trayectoria anterior?
- ¿Qué tipo de mensajes le trasladas cuando se enfrenta a un reto? ¿Sueles animarle a que salga de su zona de confort? Cuando algo no le sale bien ¿Cómo reaccionas? ¿Cuándo incumple un compromiso difícil cuál suele ser tu primera reacción?
Zaloa Gómez (Psicóloga) y Javier Domingo (Coach Personal)
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